La prosa del león pintor

Bienvenid@ a nuestro atelier literario. El espacio de MOCCA Magazine, en el que nuestros redactores y suscriptores liberan sus emociones a través de la confección de palabras. Un rincón para descubrir el alma literaria que cada persona tiene dentro de sí misma. Iniciamos esta sección con una peculiar fábula, escrita por nuestro redactor Adrián Giménez.

Las pinceladas en un lienzo lleno de letras. Las palabras en un libro esculpido. Sin olvidar, las oraciones escondidas en cada retrato. 

Fue el arte en sí mismo, el culpable, o más bien el benefactor, de esta unión. La conexión entre los protagonistas de esta historia, la que se comienza a narrar, es el resultado de la creatividad per se. Dos seres unidos por la libertad imaginativa, en concreto, entre los bellos artes de la pintura y la escritura. 

Al igual que la esfera humana, el planeta animal está repleto de artistas. Criaturas que en la galaxia literaria cobran vida homo sapiens, y que a través de ellos, las personas expresamos la emoción que nos despiertan las estrellas.

En este escrito, son el rey de la selva y el paladín del camuflaje nuestros protagonistas. Efectivamente, el aclamado león y el admirado camaleón. 

La historia es breve, más escueta de lo que desearían sus personajes, pues en la fauna terrestre muchos seres viajan al espacio antes de lo previsto. 

Narrando, descubrimos que el león es un fiero admirador de la prosa camaleónica, mientras que el reptil es un enamorado del dibujo salvaje. Ambos son beneficiarios de la relación artística, sin necesidad de compartir vida más allá de esa conexión. 

Compartieron su creatividad, cuando eran cachorro y huevo recién eclosionado. El paso del tiempo les separó, pero en sus reencuentros nunca faltaron los trazos con sus pinceladas y los nudos con sus desenlaces. 

El mamífero siempre le pidió al pequeño ovíparo que le dedicase un cuento, uno de esos relatos que nuestro camuflado amigo escondía entre sus escamas. La solicitud de la historia siempre venía acompañada de un lienzo a modo de trueque. 

Sin embargo, esa narración nunca fue escrita, ya que el gobernador de lo salvaje se embarcó en el vuelo espacial, antes de lo previsto por nuestro querido lagarto. 

Desde entonces, el emperador de la adaptabilidad cesó notoriamente en el ejercicio de su pluma creativa. Fue obligado en infinidad de ocasiones a redactar ladrillos, pero pocas veces volvió a relatar esculturas.

Se ocultó entre sus escamas y enseñó a los planetas que era un ser feroz. Una lástima que ni el mismo se lo creyese, pero aunque lo creas inverosímil, muchos personajes del universo animal se tragaron el cuento.

No obstante, el camaleón, con incesante esfuerzo, consiguió transformar esa literatura en realidad, logrando sentirse vivo en cada cambio de color en sus escamas. Aceptando de esta forma, que su piel fue pintada para la diversidad.

Tras mucho tiempo, y con la ayuda de un sabio búho, hoy el camaleón volvió a escribir. Y hoy mismo, cumplió su promesa, le dedicó la historia a su león, le entregó el regalo en forma de fábula, prometiendo a aquel felino que seguirá dándole vida a las palabras, mientras él siga deslizando su pincel entre las estrellas. Un trato más que justo entre ambas criaturas, pues el escamado reptil se compromete a dedicar su efímera existencia a dibujar letras, esculpir palabras y retratar oraciones. Así, poder llegar a las constelaciones repleto de historias que narrar, pero sabiendo que la Madre Tierra fue conocedora de todas ellas, y que ningún verso se fue al espacio, sin pisar el suelo. 

Hoy doy las gracias al mundo animal, por ayudarme a continuar en el planeta humano.

Los trazos del camaleón escritor.

Adrián Giménez Díaz

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