La nueva era de las hadas viene cargada con la realidad más latente en la adolescencia
Desenfadada, divertida, juvenil, oscura pero llena de luz, así es el nuevo estreno de Netflix. El pasado 22 de enero aterrizó la primera temporada de “Destino: La Saga Winx”, formada por seis episodios de unos 50 minutos. Iginio Straffi creador original de la serie Winx Club es el productor y al frente del proyecto se encuentra Brian Young.
Y es que Netflix hace apuestas muy sabias, conoce lo que atrae al usuario. Impulsar esta serie animada es un movimiento inteligente, ya que se capta un público que ha madurado, pero fue fiel durante su infancia. Introducir cambios para mostrarla más madura y moderna era necesario, sin embargo, como todo ataque estratégico también existen daños y entre ellos, la fidelidad a la bien marcada identidad de estas hadas.
Cuando inicias la maratón piensas que verás un mundo más real pero lleno de la esencia que tenía Magix, pero no es así. Observamos a una Bloom, interpretada por Abigail Cowen, lineal, simple y sin vida que se une a la escuela Alfea. Cabe destacar que su identidad se va fortaleciendo y con el paso de los episodios podemos observar a esa Bloom que estábamos acostumbrados en la serie de nuestra infancia.
Asimismo, van avanzando los minutos y con ellos nuevas presentaciones, y es en ese momento cuando recibes la primera incongruencia: ¿Quién es Terra y donde esta Flora? ¿por qué dice Terra que su prima es Flora? ¿son estas las formas de decirnos que no se va a parecer en nada a la serie original?
A estas preguntas debemos sumar la inexistencia de Tecna, ausencia de alas y transformaciones, desaparición del fiel conejo de Bloom…Se han perdido muchas cosas, algunas entendibles mientras que otras no tanto. El choque inicial se abandona por los giros de guion, los cuales consiguen captar a la audiencia, así como todos los ápices sociales que abordan.
Feminismo, autoestima, drogas, toxicidad e incluso homofobia, todos estos temas son tratados en pequeña o grande medida. Ahí es cuando te das cuenta de que tu idea idealizada ha sido reemplazada por una mayor autenticidad, buscan mostrar la realidad que existe en la adolescencia. Terra, sí ese personaje que nos quejábamos al inicio interpretado por Eliot Salt, te da un “golpe” tan grande de humanidad en todos los sentidos. Tiene un alma tan bien montada con sus capas llenas de inseguridad pero superación, resurge como una mujer empoderada en muchas situaciones y es tan pura como la tierra a la que hace referencia.
En definitiva, si buscas un “copia y pega” de la serie infantil no es así, cambia de producción o ponte Winx Club, la original. Pero, si buscas empatizar y sentir sus inseguridades y miedos, dale una oportunidad porque es una serie muy fácil de ver. Y es que no dan voz, si no que gritan por muchos aspectos que afectan a todos los jóvenes de hoy en día.
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