“Todo depende de cómo vemos las cosas y no de cómo son en realidad”, apuntó Carl Gustav Jung.
Esta frase del famoso psicólogo refleja los prejuicios tantas veces escuchados a la hora de hablar del mundo árabe. Las sociedades europeas de hoy en día reaccionan de manera negativa a las diferentes culturas debido a que se guían en función a lo que ven o escuchan sobre ellas, cerrando así la puerta a conocer nuevas culturas e integrarlas en sus sociedades.
Las conciben como un “cambio” al que se muestran reacias, y el racismo es el principal impulso en la mayoría de estas actitudes. Los prejuicios aparecen cuando se tiene ignorancia u odio hacia una cultura, etnia o cualquier cosa diferente a lo acostumbrado. Se debe al miedo al cambio aunque esto no sea más que una nueva posibilidad de encajar en una sociedad.
El rechazo ha de combatirse desde la comprensión, y este cambio puede darse desde una simple conversación con una persona migrante hasta un viaje a un país árabe donde descubras la generosidad de su población y la paz que transmite su cultura cuando te integras en ella. Aunque habrá cosas que no sean de nuestro agrado, habrá cosas que nos fascinen, al igual que en el resto de culturas. Debemos abrir la mente y ver más allá de lo que nos cuentan para descubrir que tenemos una imagen errónea o no tan ideal como la que nos habíamos creado.
La diversidad cultural es una de las mejores cosas que existen en este mundo, hay belleza en lo diferente. Muchas veces podemos viajar a diferentes países y sentirnos cómodos e incluso identificados con otras culturas que no son la propia. Cuando se adopta la diversidad cultural los individuos que conviven en ella se sienten adaptados, como en casa, no se sienten discriminados por ser diferentes. Porque ahí radica la magia, en la capacidad de apreciar las diferencias del otro sin que ello nos lleve a discriminarlo, hay que dejar de verlas desde un prisma negativo y aceptarlas como una aportación a nuestra sociedad.